¿Es posible la felicidad a fin de la
educación?
La esencia de la educación es educar, formar,
liberar, ordenar, disciplinar. La buena educación forma al niño, a la niña, al
y la joven para el desarrollo y construcción del ser humano agradable,
inteligente, productivo, libre, firme, sabio. El niño y la niña deben educarse
con amor, respeto y excelencia. Así sus potencialidades desde muy temprano y
estarán dispuestos a luchar por los más altos ideales de excelencia. La otra educación,
dirigida a la perturbación social y a la riqueza separada de la inteligencia y
la justicia es una desviación. Quienes son educados son capaces de gobernarse a
sí mismos y de reafirmarse cuando es necesario hacerlo.
La
felicidad del hombre: fin de la educación.
Aristóteles mencionaba que, como ningún hombre
nace libre y perfecto, este debe suplir con la educación lo que le falta a esa
perfección para pasar de la potencia al acto. De ahí que, siendo que el alma
espiritual es lo más noble que el hombre tiene, la perfección está en
desarrollar su inteligencia, lo cual se logra cuando actúa según la razón, es
decir, cuando actúa según la virtud (Braido, 1997). Para Aristóteles que el
hombre actúe según la virtud significa no obtener riqueza, no obtener fama, ni
poder, ni placer; significa desarrollar su capacidad racional, estar situado en
un justo medio entre dos vicios, es estar fuera del extremo ya sea por exceso o
por defecto. Es la templanza la que nos hace hombres maduros. Por otro lado, el
contar con una concepción de vida será un estímulo determinante en dicha
búsqueda. La necesidad de ideas claras
que orienten a su desarrollo y ayuden al progreso continuo de sus sociedades,
ha hecho que el pensamiento humano trascienda e indague sin descanso por los más
escondidos rincones del saber.
Como cimiento de este proceso llamado vida, la
verdad se ocupa como el factor capital de la educación. Una mala concepción de
la vida, llena de vicios, puede desencadenar una mala formación, una equivocada
instrucción y con resultados de consecuencias históricas y sociales para la
humanidad. El hombre pues, necesitara de la intervención de la educación, esta,
por tanto, dura tanto como la vida misma de la persona.
La educación así, es transformadora y
realizadora, pues el fin de todo hombre consiste en la perfección de su
naturaleza, su felicidad, es decir, la actividad del espíritu que se auxilia de
los medios interiores y exteriores para conseguir la satisfacción deseada.
"Educar para vida es educar para la felicidad "
Acumular conocimientos sin sentido y meterlos a
presión de forma repetitiva y monótona, si alentar ningún tipo de emoción, ni
curiosidad, no sirve de nada y desmotiva. Por el contrario, entrenar
estrategias, hábitos, y actitudes, como aprender a escuchar, trabajar en
equipo, expresar opiniones y hablar en público, es mucho más importante y
necesario a edades tempranas que saberse los verbos de memoria. Creo que lo
primero es entrenar la razón para saber gestionar las emociones, las pasiones,
que decía Aristóteles. Después se alimenta a la razón, entendida como
conocimiento o intelecto. Y si puede ir todo junto, en armonía, pues mejor que mejor,
De ahí viene aquella frase de Aristóteles “Educar la mente sin educar el
corazón, no es educar en absoluto”.
Los privilegios que vivimos en las sociedades
hablamos mucho de la felicidad, pero la vemos como algo intangible, una quimera
inalcanzable íntimamente relacionada con el dinero. Reconozcámoslo, en
ocasiones incluso lo confundimos. Mucha gente no está segura de que exista y
pocos saben definirla, sin embargo, cuando los griegos hablaban de felicidad
hablaban de algo muy serio. Consideraban la felicidad como un modo de vida. No
la identificaban con acontecimientos puntuales u ocasionales como hacemos
actualmente. Aristóteles entendía la felicidad como virtud, como el fin de todas
nuestras acciones, y la nuestra propia naturaleza. Según este razonamiento,
educar para la vida es educar para felicidad, así lo entiendo yo también. ¿Y si
no educamos a nuestros niños, jóvenes para la felicidad, para que les educamos
entonces?
Objetivo de la educación
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Es la virtud y el deseo de convertirse en un
buen ciudadano.
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REFERENCIAS:
Aristóteles en Vidal, M. (1991).
Diccionario de ética teológica. Pampiona: verbo divino.
González, J. L. y Carbajo. F.
(2005). Tres principios de la acción
educativa. Pampiona: EUNSA.
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